La irrupción, la incoherencia, la sorpresason las condiciones habituales de nuestra vida.Se han convertido incluso en necesidades realespara muchas personas, cuyas mentes sólo sealimentan […] de cambios súbitos y de estímulospermanentemente renovados […] Ya no toleramosque nada dure. Ya no sabemos cómo hacerpara lograr que el aburrimiento dé fruto. Entonces,todo el tema se reduce a esta pregunta:¿la mente humana puede dominar lo que la mentehumana ha creado?Paul Valéry
Vanitas vanitatum et omnia vanitas.
Todo es vanidad, todo acaba siendo efímero. La
naturaleza va apoderándose de todo a su paso, no atiende a súplicas o
plegarias, tampoco de riqueza o belleza. Solo se rige por el tiempo, la muerte
es su dueña. Todo tiene su fin, su olvido y nada es perdurable, ni si quiera
una obra de arte puede burlar a la muerte.
Vivimos en un presente eterno en el que no
existe la muerte, ni el fin de nuestra existencia, la muerte es para nosotros
un mero recuerdo que borramos con nuestras ocupaciones en el presente. La
obviamos a toda costa y la rehuimos, le pedimos que nunca jamás nos visite, que
no nos atormente e incluso a veces, tan osados somos que nos reímos de
ella.
Cuando muestra su presencia, la muerte
desgarradora, descompone todo a su paso, arrebatando la vida, belleza y
humanidad existentes. Una vez que ya ha cumplido su cometido se dispone a
buscar su próxima víctima, y entonces es la naturaleza la que interviene, tomando como
suyo todo lo que la mano del hombre le había arrebatado.
En este caso no es la vida humana, sino el arte.
Aquello creado por el hombre para ser inmutable al paso del tiempo, donde el concepto de lo efímero era casi impensable podérselo aplicar.
La autora estadounidense, Valerie Hegarty, altera el concepto de obra de arte. Coge paisajes, retratos y bodegones, todos ellos géneros muy empleados por los artistas y los desgarra, quema, acuchilla y finalmente los destroza. Quedando de esta forma algo irreconocible.
No se sirve de técnicas habituales, no crea, sino que, en este caso destruye. En muchas ocasiones estas descomposiciones las incluye en un escenario, compuesto por elementos propios de la naturaleza; son pequeños paisajes integrados dentro de un contexto museístico.
Muchas de sus obras vuelven a su estado original; la madera de los marcos se va transformando en ramas, en las que incluso a veces, brotan de ellas pequeñas hojas y flores. Los pájaros vuelven a establecer su hogar en torno a ellas. La naturaleza vuelve a tomar lo que es suyo. Pero entonces ¿Dónde se encuentra ahora la obra de arte? ¿Existe realmente?
Podríamos decir que aún permanece, que existe, aunque no como tal. Lo que aquí encontramos es una idea distinta de arte. Los juicios tradicionales que teníamos sobre la obra de arte han ido cambiando hasta tal punto de que, como nos muestra Valerie, ya no existen. El concepto de obra tradicional ha muerto.
La artista de esta forma le otorga un significado al arte quizás aun desconocido: la vuelta a la naturaleza, ha su estado de origen. En sus obras se encuentra la lucha del hombre por civilizar la naturaleza, por hacerla suya. La naturaleza está en guerra contra la humanidad.
Así, Valerie quiere devolverle a la naturaleza el poder que tenía, quiere darle un papel importante y primordial que ya había perdido. Por medio de la descomposición y destrucción nos enfrenta con la muerte, nos deja cara a cara con ella de una forma desgarradora. Junto a todo ello, también aporta una nueva idea: la muerte del arte también es posible.
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